jueves, 14 de enero de 2010

/ Portafolio.
Innovando en los vacíos
Publicado el 08-01-10


Acababa de terminar el Embajador de Estados Unidos una excelente conferencia en el almuerzo de la Asociación Nacional de Anunciantes e hizo la pregunta que muchos conferencistas hacemos al final de nuestras palabras –“¿alguna pregunta?” El salón estaba lleno de diplomáticos, ex ministros, empresarios, pensadores y líderes gremiales.
El silencio incómodo, nadie lo llenaba. Ya el Embajador se preparaba a bajarse del atril y sentarse en su silla. Hizo un último llamado solicitando una pregunta.
Alcé la mano y pregunté, “¿Embajador, usted nos comenta que Colombia pasó de 5.000 visitantes estadounidenses en el año 1999 a 500.000 el año pasado; hasta qué punto piensa que la suavización de la advertencia de viajes del Departamento de Estado ha servido para esto, y cómo ve usted este tema evolucionando a futuro?”

El Embajador agradeció la pregunta, la respondió en una forma coherente y esta pregunta abrió la compuerta a una sesión de treinta minutos muy jugosa de preguntas y respuestas.
Soy un observador del comportamiento humano y encuentro una gran oportunidad que he bautizado los vacíos. Estos son espacios de tiempo que nadie quiere llenar, y que muchas veces se desperdician, teniendo un potencial inmenso.

Algunos ejemplos son: cuando uno se sienta en la silla de un avión, un TransMilenio o un metro, cuando uno entra a un ascensor, cuando un conferencista pide preguntas al final de una conferencia, cuando uno entra a un recinto o cuando se encuentra en una de las veinte transiciones de la vida.

En estos vacíos hay una gran oportunidad de innovar, de asumir riesgos calculados que se pueden traducir en grandes beneficios, al hacerse esa famosa pregunta ‘océano azul’ - ¿qué podría yo hacer que nadie ha hecho, pero que si lo hiciese cambiaría radicalmente el curso de las cosas?¿Cómo puede uno innovar en el vacío?

He descubierto formas novedosas de hacerlo y las he ido perfeccionando. Normalmente arranco con un comentario o pregunta rompehielo.

En el Transmilenio indago algo sobre la ruta, en el avión le pregunto a la persona al lado mío – qué lo lleva a tal lugar, en el ascensor hago uncomentario que siempre genera sonrisas -¿este es de los edificios donde la gente habla o no habla en el ascensor? Durante una buena conferencia, preparo la pregunta y me atrevo a alzar la mano de primero.

Cuando no lo hago, a veces lo hace otro pero a veces no. La calidad de la primera pregunta marca la pauta para las demás preguntas.

Al entrar a un recinto y en las transiciones de la vida el llenar el vacío es un poco más complejo pero igual de interesante. El uso de preguntas le permite a uno enfocar la atención de uno y de los demás al tema que uno quiera expandir.
Cuando alguien entra a mi oficina yo le pregunto - ¿quiere un elixir de la felicidad? Esto siempre genera curiosidad. Cuando me acerco a algún grupo, pregunto algo así como “¿están arreglando el país?”.

Las veinte transiciones de la vida generan vacíos con un gran potencial de innovación. En algunas, uno no tiene mucho control – bebé de vientre a bebé de brazos, bebé de brazos a bebé que gatea, bebé que gatea a infante que camina, infante que camina a niño que corre, niño que corre a niño que monta en bicicleta…

En otros uno tiene bastante control – niño que monta en bicicleta a adolescente, adolescente en colegio a joven en la universidad, universidad a trabajo, de 29 a 30 años, 39 a 40, 49 a 50, 59 a 60, 69 a 70, 79 a 80, 89 a 90, de soltero a casado, de casado sin hijos a casado con hijos, de hijos en la casa a hijos fuera de la casa, de hijos a nietos, de casado a separado, divorciado o viudo y de vivo a muerto.

En estas transiciones descubre uno unas oportunidades inmensas si se hace lo que mi amigo Lorenzo Restrepo llama las preguntas espina – esas preguntas que necesita uno sacarse. Algunas de estas preguntas pueden ser: ¿Cómo puedo ser más feliz?, ¿Qué puedo eliminar en mi vida que me permita fluir más?, ¿Cómo puedo dejar una huella mayor?, ¿Qué puedo hacer para ser más efectivo?

Al aprovechar los vacíos, la vida se vuelve más interesante. Esa capacidad de asombro que todos tenemos a flor de piel o escondida, y esa capacidad de generar asombro, florecen.
Deja uno salir ese niño juguetón, desprevenido, inquieto, transparente que llevamos dentro. Logra uno posicionarse ya que la gente lo recuerda a uno. Le saca uno más jugo a situaciones cotidianas y genera uno más oportunidades.

Hace unos meses me llamó el dueño de una empresa constructora de Medellín. Me contrató ese día para ir a Medellín y darle una conferencia a su gente. En Medellín le pregunté que de dónde me conocía. El me respondió: “hace tres años, usted me dio una tarjeta suya en un ascensor y yo tomé la decisión de contratarlo.”

Para lograr inventar en los vacíos es clave quitarse las ocho pes: La pena, la pereza, la pobreza mental, los paradigmas que nos ciegan, el pesimismo, el perfeccionismo, el paternalismo y la pendejada. Algunos preguntan por qué hay que quitarse el perfeccionismo; la búsqueda de la perfección inhabilita al individuo a tomar riesgos; la preocupación es el no quedarle mal a nadie.
Raúl Cuero dice: “las sociedades que quisieron ser perfectas se destruyeron: Qué tan importantes son en el mundo hoy día las sociedades griegas y romanas”. Raúl agrega “olvídate de la perfección, busca la excelencia”.

En una Colombia llena de brechas, llena de individuos gestando proyectos en una forma desarticulada, llena de ideas que necesitan ser catapultadas, el uso innovador de los vacíos le permite a uno construir puentes, tejer redes e inventarse trampolines. Mi pregunta al Embajador no fue perfecta. Su respuesta tampoco lo fue. Ambas fueron excelentes.

pmedina@yocreoencolombia.com
PEDRO MEDINA. Presidente de Yo creo en Colombia